(Francisco Javier Eugenio de Santa Cruz y Espejo; Quito, 1747 - 1795) Patriota y escritor ecuatoriano. Considerado uno de los exponentes máximos de la ilustración americana, la vida de Eugenio Espejo estuvo signada por el mestizaje. Nació en Quito en 1747, hijo de Luis Chuzig, un indígena oriundo de Cajamarca, y de María Catalina Aldás, mujer mulata nacida de una esclava liberta que contaba con ascendientes vasconavarros. Su mismo nombre parece delatar el tránsito de su identidad mestiza: el apellido Espejo fue adoptado tardíamente por su padre, y el de Santa Cruz proviene de la devoción cristiana. Hay quien afirma, como Leopoldo Benites Vinueza, que su verdadero apellido es un misterio.
De extracción humilde, el Espejo infante y adolescente
se crió en el ambiente del Hospital de la Misericordia de Quito.
Imperaba entonces una medicina mezcla de empirismo y escolasticismo, y
eran muchos los médicos improvisados e incompetentes. Para 1762 el
mestizo quiteño se graduó de bachiller y maestro de filosofía en el
colegio jesuita de San Gregorio. Su autobiografía recoge una confesión
de esa época que marca el sino de su vida futura: "deseo ardientemente
ser conocido por bello espíritu". En 1767 se recibió como doctor en
medicina en la Universidad de Santo Tomás, y en 1770 obtuvo un título en
derecho civil y canónico.
Este último período de estudios fue decisivo; en
él se añejó lo mejor de su espíritu sarcástico, vibrante y virulento.
La formación de Espejo transcurrió entre la influencia del
"probabilismo" jesuítico, de los libros hipocráticos y del jansenismo.
Fue lector asiduo de Las provinciales, de Blaise Pascal; del Teatro crítico universal, de fray Benito Jerónimo de Feijóo; de La lógica moderna y los libros hipocráticos de Andrés Piquer, y del Método de estudiar del célebre Luís António Verney, más conocido como "el Barbadiño".
En 1772 Espejo empezó a ejercer la medicina en
Quito, e inició su sátira y crítica a los responsables de los males
imperantes en la ciudad. Años más tarde, en 1785, el Cabildo de Quito le
solicitó la redacción de un método para prevenir las viruelas. En el
informe que realizó al respecto atribuyó el problema a causas sociales y
culturales; afirmó que los responsables de las epidemias contagiosas
eran la ignorancia en cuestiones de higiene, las deficientes condiciones
sanitarias de la ciudad y hasta la mala formación médica y los propios
sacerdotes betlemitas que, sin criterio, dirigían el hospital de Quito.
Las críticas de Espejo no se detuvieron ante la violenta reacción de sus acusados; detenido bajo el cargo de ser autor de El retrato de Golilla,
un manuscrito "sangriento" y "sedicioso", Espejo fue encarcelado por
primera vez en 1787. Pero los cargos resultaron carentes de pruebas y
poco tiempo después quedó libre. A partir de aquí, el viaje que por
intimación de sus enemigos realizó a Bogotá logró, al contrario de lo
que se pretendía, ampliar su audiencia y favorecer nuevos proyectos.
Allí hizo amistad con Antonio Nariño
y Francisco Antonio Zea, jóvenes intelectuales colombianos, y trabó
contacto, así mismo, con Juan Pío Montúfar. Bajo el amparo de este
último, Espejo proyectó la conformación de una Sociedad Patriótica cuyo
fin sería promover el mejoramiento de Quito.
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